Los auténticos alfajores bajoneros empezaron a producirse en Argentina. ¿Sobrevivirán en la jungla?
El desembarco del alfajor Marley —mejor conocidos como «alfajores bajoneros»— en los kioscos argentinos es LA noticia de 2020. Se trata de un animal lo suficientemente aguerrido como para afirmarse entre los pesos pesados de nuestro ecosistema. Aunque su estructura empresarial sea mucho más modesta, cuenta con un aliado poderoso en Buenos Aires y Rosario: la omnipresente cadena Open 25, que aceptó darle un lugar protagónico en la caramelera. Y que será su embajador y profeta en la nueva tierra.
Si hubiera que definir el ADN de los alfajores bajoneros, habría que empezar mencionando su «cuádruple» cobertura, que es a su vez la causa de su otro rasgo distintivo: la galleta crocante, como de alfajor de mousse. El baño 360° la impermeabiliza contra la humedad del dulce, impidiendo que se ablande. Y falta algo: el sabor fuerte y semi-salado, como de tortitas black, de las tapas, que contrasta con un dulce de leche socarronamente suave y cremoso.
En Uruguay el del alfajor bajonero es un género en sí mismo, que ya cuenta varios exponentes: Ganjah y Rastaman, por poner dos ejemplos. Acá, en cambio, el alfajor Marley brillará en soledad, al menos por un tiempo, y ésa es su otra ventaja. No es que no tenga competencia directa. Pero el puesto de alfajor doble «fortificado» (más potente que un alfajor doble, menos suculento que un triple), a pesar de los intentos de La Recoleta o el nuevo Trassens (y otras marcas menores como El Aljibe), todavía está vacante. Marley se suma a esa batalla como el gran favorito. Y con la precaución de haberse asegurado por medios legales la propiedad del slogan «alfajores bajoneros». Aprendió la lección de Fantoche.
Importante aclaración: la versión argentina es fabricada en Argentina. Su productor (se desprende del RNE) es Alacor Sociedad Anónima, dueña de Zupay, una legendaria firma alimenticia. La principal motivación para optar por Luján en lugar de Montevideo es obviamente económica: no sería rentable importar alfajores Marley de Uruguay, dada la diferencia cambiaria. La segunda es idiosincrásica: el envoltorio transparente es demasiado rústico como para competir en un mercado como el nuestro, donde lo visual tiene tanta preponderancia. Finalmente parece haber una razón legal: la hojita de cannabis podría resultar problemática en un país que penaliza el consumo. Y en esto el retroceso de Galaxia 420 (un experimento pionero en Argentina, pero sin peso comercial) sentó un precedente: la marca pecó de literalidad, sufrió la censura y debió conformarse con la sugestión.
¿Al menos la fórmula se conserva intacta? Más o menos. Daría la impresión de que también en este aspecto el Marley atraviesa un proceso de «domesticación». Aunque comentarios como «antes era más grande / el otro es mejor» constituyen casi siempre una crítica puramente tilinga o del tipo old man yells at cloud, y aunque basta comparar envoltorios para corroborar que el gramaje (70 gr.) sigue siendo el mismo, en este caso las quejas podrían tener una base empírica. Parece indiscutible que en lo que respecta al dulce de leche, la untuosidad grumosa y pesada del uruguayo ha sido reemplazada por la limpieza y homogeneidad de un dulce más magro o, si se quiere, más profesional. El resultado es un alfajor un tanto lavado, pero a la vez más digerible, y tal vez menos «bajonero».
Habría que hablar, entonces, de la nacionalización de los alfajores bajoneros. Sí, nuestro alfajor asimilando al uruguayo. No debe sorprendernos, no debe avergonzarnos. Ni tampoco es la primera vez que nos pasa: el Cocolate de Punta Ballena se fue, pero dejó un legado. Todo queda y todo se transforma. De asimilación en asimilación se fue haciendo el alfajor argentino (aunque algunos crean que lo inventó Gardel). Es bueno saber que aún conserva su capacidad absorbente.
Fuente: https://catadordealfajores.com/olimpico-el-alfajor-marley-llego-a-la-argentina/
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